Obsesión por el “Brake Dance”
El “brake dance” es un baile practicado por pequeños grupos de jóvenes, quienes le dedican de una a dos horas al día dos o tres veces por semana, sin embargo para Carlos Castillo es un catecismo que debe cumplir todos los días por la noche en el porche de su casa, para luego deleitar a al público de la ciudad de Masaya los domingos durante la noche.
Roberto Martínez.
Es la tarde del domingo. El cielo comienza a oscurecer, para Carlos Castillo eso significa que debe alistarse para ir al kiosco del parque central de la ciudad de Masaya donde él y otros 16 compañeros se reúnen para practicar el baile llamado “Brake Dance”.
Son las seis y media de la tarde Carlos se alista y toma su único medio de transporte, una bicicleta montañera que apenas se le nota el color azul oscuro del que esta pintada. El camino al parque central está un poco largo del barrio donde habita Castillo, son casi unos cuatro kilómetros de distancia los que tiene que pedalear en su bicicleta, no demora más de 15 minutos en llegar al parque, donde ya algunos de su compañeros lo esperan para comenzar el show.
Encienden las luces del parque.La noche ha llegado, el kiosco es lo más luminoso y llamativo del parque, las fuentes que se encuentran alrededor de él se elevan a casi dos metros y son iluminadas por luces de colores flujorecentes que son capaces de llamarle la atención a cualquiera que circule por la zona. Convirtiéndose en el escenario perfecto para que Carlos y sus amigos sean el centro de atracción de la noche.
Muchos curiosos, lugareños y de turistas que circulan por la cuidad se aglutinan alrededor del kiosco para deleitarse de tan peculiar baile.
Carlos quien lleva más de tres años practicando este baile, es quien despunta la acción. Éste realiza contorciones extremas como sostener su cuerpo con sus dos manos y elevar los pies hacia arriba o si no enrollarlos en dirección a su estomago, otro es hacer el pase al que ellos llaman el helicóptero que consiste en girar los pies en el aire sosteniéndose, primero con su cabeza y luego con la mínima parte de la espalda.
Este y otros pases más son el asombro de la multitud que domingo a domingo llega a observar a Castillo.
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